LEVRERO
INTERROGADO O EL ALMA DEL TALLER
En esta sección dedicada a Levrero encontrarás más información referente a Mario y a su obra; las entrevistas son especialmente interesantes para conocerlo mejor. Aquí te ofrecemos una selección de fragmentos suyos a partir de conversaciones al vuelo en el taller (perdón: en el ciberespacio) donde se tratan algunos aspectos del trabajo que hacemos en LETRAS VIRTUALES, la identidad del escritor y la distinción entre imaginación e invención, uno de los pilares en el planteo didáctico levreriano. Esto no pretende ser una recopilación sistemática sino más bien un collage, una aproximación informal al Levrero dixit. La verdad es que los borradores y las comunicaciones espontáneas son maravillosos para llegar al corazón de un asunto; claro que difícilmente tengan la calidad formal de lo que se escribe con la intención de ser publicado, pero la oportunidad de acceder a ellos compensa cualquier imperfección. Para facilitar la consulta se han incluido títulos temáticos que no estaban en los fragmentos originales.
IMAGINACIÓN VS. INVENCIÓN: una polémica muy levreriana*
SOBRE MEMORIA E IMAGINACIÓN
EL SEUDONIMO DE MARIO LEVRERO
Hay
varias razones (cuando uno da varias razones para una conducta, se piensa
que hay gato encerrado, porque existe la creencia generalizada de que
las cosas tienen una sola razón; y no es cierto: siempre hay
varias). Ese ocultamiento me permitió, por otra parte, escribir en paz durante unos 15 años.
La primera persona ayuda mucho a no tener que esforzarse por crear un personaje con quien el lector se pueda identificar. También facilita transmitir las percepciones y todo aquello que enriquece los textos y el estilo. Te recomendaría no salir de la primera persona por ahora; la tercera persona te lleva irremediablemente a una escritura más intelectual que vivencial (falta de color, etc.), al menos en esta etapa. Chandler
empezó a escribir a los 50 años... Con sus relatos policiales
y sobre todo con sus 7 novelas creó una escuela perdurable. En
todo caso, es una cuestión de vocación: yo creo que tu
vocación es clara, en esta etapa, pero sólo vos podés
saber cuánta fuerza tiene y cuán incómoda te hará
la vida si la desoís. Podríamos
decir para simplificar que hay dos tipos de escritores: los que escriben
desde su experiencia personal, y los que escriben a partir de fichas
(investigaciones, etc.). Estos últimos son mayoritariamente los
llamados best-sellers, que han hecho de la escritura un oficio rentable.
Podríamos decir que los primeros se expresan, ponen su alma en
lo que escriben, escriben por necesidad interior, y los otros son como
empleados a sueldo de una empresa, que al decir de Chandler (no recuerdo
las palabras exactas) todos los días a las ocho, aunque tengan
resaca, estén faltos de inspiración, etc., se sientan
a su máquina y vomitan su cuota diaria. Hilando
más fino, podemos decir que la primera categoría, en la
que me anoto como participante y estimulador, tiene muchos niveles.
Vos podés escribir sobre lo que te pasa, lo que recordás,
lo que sentís, etcétera o, como una amiga mía que
es una gran escritora, escribir desde una inspiración que viene
de zonas muy oscuras del ser y que no tienen una relación visible,
aparente, con la persona que uno conoce. La primera novela que leí
de ella, en borrador, con la que se presentó en mi casa por primera
vez, era la historia de una lesbiana gorda. A pesar de que ella es flaca,
yo quedé convencido de que estaba ante una lesbiana militante.
Pero después escribió una novela, siempre en primera persona,
cuyo protagonista era una mujer que había mantenido relaciones
con su padre... y así sucesivamente. Tiene una cantidad de personalidades
o máscaras o núcleos interiores y es capaz de escribir
con total poder de convicción sobre experiencias que, ahora me
consta, no ha vivido en su vida vigil, por llamarla así. Yo mismo,
a pesar de que ahora sólo puedo escribir sobre cosas cotidianas,
en un tiempo escribía desde personajes que habían transitado
por lugares que mi yo ignoraba que existían, incluso que existían
en mi interior. Etcétera. Esas experiencias provienen del ser,
no del yo cotidiano; a veces de los sueños, aunque no siempre.
Se escribe en un estado de fascinación, parecido a la hipnosis,
en el que uno cree, como en los sueños, en la tangibilidad de
las cosas que describe. Podemos
ir todavía un poco más allá, y reconocer que es
*posible* escribir historias inventadas o historias sacadas de ficheros,
y hacerlo bien y con estilo y con arte. Unos cuantos grandes escritores
lo hacen muy bien. Pero me parece que para eso se precisa genio, que
yo no tengo, y además creo que es ineludible haber pasado en
algún momento por la escritura vivencial, de modo que cuando
uno inventa un personaje sea un personaje creíble, y no esos
Juanes y esas Marías de los principiantes. Y siempre estarás
aportando tu experiencia de vida (interior o exterior, profunda o superficial),
y estarás, si la cosa está bien hecha, totalmente presente,
de cuerpo entero, en lo que escribís. A menudo pongo el ejemplo
de esa caricatura del escritor cubano Alejo Carpentier, que me regaló
un día su autor, el gran Hermenegildo Sábat. Y que cuando
miro esa caricatura, veo sin duda a Carpentier, pero también
veo a Sábat, porque tiene un estilo propio, personal, inconfundible.
Si en el dibujo sólo se viera a Carpentier, no lo miraría
mucho, porque es un escritor con quien no simpatizo y no tiene una cara
linda de ver. Lo miro porque veo a Sábat, el estilo, el alma
de Sábat. Cuando
hablo de "estar afuera de la literatura" hablo de no animarse
a escribir con libertad "desde el alma". Eso puede influir
sin duda en el hecho de no asumirse como escritor, aunque para esto
hay también otras razones muy importantes; tal vez la más
importante sea el no poder asumir el narcisismo que implica la personalidad
del artista. Y hay otra cosa clave, que veo a diario en mí y
en todos mis alumnos: la culpa que genera el acto de escribir. Hay material
psicoanalítico al respecto, pero no lo conozco a fondo.
Tomá cada tramo narrado en titulares y desarrollalo en algo parecido al tiempo real. Traducí todo lo que está explicado a imágenes y diálogos, y todo lo que está en ese pasado propio para relatar generalidades de acciones habituales en un pasado tajante donde cada acción sea única e irrepetible, como lo son en la realidad, y tendrás una novela o un relato largo. Todo
este taller virtual puede resumirse en la siguiente aseveración: Cuando se evalúa un texto, se evalúa en cuanto ejercicio. ¿Habrá que repetir, una vez más, que el taller no exige ni pide textos literarios? Lo que podría ser una evaluación literaria, va alguna vez como extra, al margen del taller. Ya he dicho también más de una vez que la libertad es la condición imprescindible para el arte. Pero en el taller no hay arte, ni libertad. Hay consignas y ejercicios, y los ejercicios deben cumplir con lo que piden las consignas, y no podemos evaluar otra cosa dentro de los límites del taller. Tenés que pensar en algo tan infame y tedioso como las escalas en el piano. Una vez que tengas los dedos ágiles y vayan adonde hay que ir, podés tocar lo que quieras y como quieras.
Los
textos necesitan corrección, es cierto. Yo nunca publico nada
sin que por lo menos alguien de mi confianza lo haya leído y
me haya señalado lo que le suena mal. Y a menudo me descubren
verdaderas atrocidades. Pero a veces incluso alguna atrocidad que otra
la conservo, según cómo me resuene adentro. Hay observaciones
que uno admite instantáneamente, porque de algún modo
uno lo sabía, íntimamente lo sabía, pero no lo
veía. Eso es invalorable. Pero cuando me dicen "che, tenés
cuatro adverbios terminados en *mente* en una sola oración",
no se me mueve un pelo. Pero esas observaciones, de todos modos, viene bien recibirlas. Digamos "gracias" y después hagamos con ellas lo que nos parezca. No está nada mal disponer de varios pares de ojos que puedan ver lo que no ven los de uno. Lo que no vale la pena es defenderse. "Gracias", y adelante. Claro que si *todas* las observaciones son así de boludas, más vale ir a buscar en otro lado mejores pares de ojos, que seguramente los hay.
Para
un ejercicio siempre hay que tomar una anécdota pequeña,
o más bien un lapso breve. Todo el mundo quiere decir todo en
cinco líneas, y eso no es literatura.
Predomina una preocupación por el cómo decir, hay como una falta de libertad y espontaneidad que le resta colorido y fuerza. Las famosas herramientas de escritura que pregonan los talleres literarios (no éste!!!), no sirven para nada, salvo para escribir como otros. El autor va fabricando sus herramientas mientras escribe, y sólo le sirven a él. En este taller buscamos que el alumno pueda soltarse, escribir desde el alma sin preocuparse tanto por lo formal, por el lector anònimo.
Si ponés mucho marco el tipo queda enmarcado. Es preferible que buceen en las tinieblas y se encuentren con esas cosas horribles que hay en las tinieblas y que hacen la literatura. Mueran los marcos teóricos! Todo lo que hay que aprender para ser escritor, se aprende en la escuela (ojo ala pala). Lo demás es vocación. Tambièn se puede ser analfabeto: la narración oral participa del mismo espíritu de la escrita. Podría decirse incluso que un mimo que narra una historia con el cuerpo es un escritor. Leer ayuda, pero no es esencial.
Cuando no te reconocés fácilmente en lo que escribís; cuando te parece ajeno y al mismo tiempo sabés que es propio; cuando los personajes hacen lo que quieren ellos y no lo que vos querés; cuando el texto te llega a tal velocidad que casi no te da tiempo a ponerlo en palabras; cuando te sentís como un dios.
El tiempo. Escribir es muy fácil, llevar la vida de escritor es más bien difícil. Si aguantás, y aguantás, al final te lo dirás vos mismo, o te lo dirán muchos y terminarás por aceptarlo.
La vocación ineludible, tiránica, perversa.
La falta de sal (mente que no se permite divagar) y el bloqueo mental son indicios de un predominio del yo voluntarioso que QUIERE escribir a pesar de la pertinaz sequía o de que las cosas no salgan bien. A veces esas sequías son el caldo de cultivo de historias que se están procesando internamente. No hay que obligarse a escribir. Uno puede pasarse el tiempo que sea sin escribir; eso es normal. Dejar que las cosas maduren y vengan si es que tienen que venir. Eso, con respecto a la literatura (amateur, se entiende). Los ejercicios del taller son otra cosa, y puede ser una forma de mantenerse activo aunque falte la gran inspiración. La primera parte de muchos ejercicios, sobre todo, trata de provocar aunque sea una inspiración mínima, y es más importante realizar esa primera parte que sentarse a escribir. Se puede "escribir sin escribir", es decir, estar en el mundo de cierta manera; las letras son más el testimonio de esa manera de estar en el mundo que otra cosa. Lo que no se puede (se puede, pero es difícil que resulte bien) es partir de la palabra y no de la experiencia; y mientras uno esté almacenando experiencias, aunque no escriba, está "escribiendo" o preparando el terreno para escribir, por fin, sobre el papel (o el teclado).
La angustia es precisamente uno de los motores de la creación. Cuando uno puede mantenerse en ese estado de angustia sin apelar a tranquilizantes (del tipo que sea), suele abrir el camino para alguna pequeña o gran revelación. Incluso uno puede sentarse en un cómodo sillón y tratar de dialogar con esa angustia, preguntarle qué está pasando, mirar hacia adentro y ver qué imágenes aparecen. Cuando esa angustia difusa, que es la más molesta, muestra sus imágenes, al rato suele venir el alivio. Y a menudo algún relato muy interesante.
MECANISMOS
DE LA MEMORIA: (<<) IMAGINACIÓN
E INVENCIÓN: (<<)
Por ejemplo, si yo digo "Una mañana fui a trabajar", estoy transmitiendo información intelectual, no artística, no literaria. Pero si cuento cómo me levanté, me puse la ropa, tomé el desayuno, salí a la calle, esperé el ómnibus en la esquina, subí al ómnibus, hice el viaje, llegué a la parada próxima a la oficina, caminé hasta la oficina... estoy desarrollando esa información en algo parecido a imágenes. Pero todavía estoy enunciando los titulares, haciendo un resumen. Todo esos tramos deberían desarrollarse en imágenes (por ejemplo, describir el color del cielo en la calle, la gente que había en la parada, la cantidad de baldosas rotas, mi estado de ánimo, los olores que se respiraban, el ruido de los autos, qué decía la gente en la parada, cómo era la gente en la parada, cómo estaba vestida, etc.; ahí estoy narrando en imágenes. Al hacerlo, doy mi presencia sensorial como narrador-observador y fabrico con ese estímulo de la imaginación del lector un estado de trance, durante el cual se vuelve receptivo A LO QUE NO SE DICE, o sea a mi entera presencia, a mi alma. Ahí se produce la comunicación y el intercambio; ahí el texto es un objeto vivo; ahí el lector puede fabricar su propio texto, porque sus imágenes no serán las mías sino las suyas, y las suyas serán más vívidas y coloridas que las mías porque las saca de su experiencia sensorial personal. (LEVRERO, 12/10/01) ESCRIBIR
LO QUE SE VE, NO LO QUE SE PIENSA: (<<) |